Baño universal
(deliriums tremens, tras una noche de fiesta)
No es un baño unisex. Es el baño universal. Adentro: gnomos, ogros, dinosaurios, extraterrestres, el asteroide b-612, el zorro, el principito, la rosa y un volcán. Todo, en el baño universal...
Nos seguimos estando...
a veces para bien,
otras para mal.
Nos seguimos estando:
seguros en el cariño
inseguros en las cartas
del destino, en la destrucción
que creamos.
Nos seguimos estando:
con dudas,
con ganas de huir,
de encontrar
la paz
que buscamos.
Nos seguimos estando:
si me visto de vos...
si te vestís de mí...
y si aún sin ser dioses
nos amamos.
¡Que Dios no lo permita!
(quien no se sienta reflejado en este espejo-poema, que arroje la primera piedra y lo destroce)
Nos encerramos en nuestras pequeñas-grandes vanidades, en nuestros pequeños-grandes miedos, en nuestros pequeños-grandes rencores; recordamos los pequeños-grandes ataques, afrentas a nuestra soberbia; a nuestra virtud-excelsa, a nuestros "egos" -de los que no nos jactamos en aras de nuestras falsas modestias- Recordamos la larga lista de pecados cometidos en nuestra contra; ¡que Dios no nos permita olvidarnos! a nosotros: dueños de verdad y sabiduría, que no nos prive de todas aquellas lecciones de moral que aún debemos impartir en honor a tantos falsos profetas; que Dios nos permita señalar la paja en tu ojo, juzgarte sin ser juzgados; apedrearte con gusto, antes de que nos olviden el tiempo- la vida -nuestros incondicionales de siempre- la misma soberbia- la tierra que nos tapará algún día- y nuestros pequeños-grandes enemigos- a los que no debemos permitir ignorarnos- que Dios no les permita ¡¡¡NO!!! ¡que no les permita ignorarnos! matarnos suavemente con su indiferencia o peor aún con sus blancas banderas -¡pacíficas y estúpidas banderas!- ¡Crucifiquemos a Lennon, Cristo y Buda juntos! que se imaginen un mundo mejor en otra parte... que el polvo de la decencia no cubra, Señor, nuestra sacrosanta soberbia; que Dios no nos quite la gloria de odiar humildemente a nuestro prójimo, así como nos odiamos a nosotros mismos...
Mónica Laneri
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