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9 jul 2013

Tristeza de mar - Theophile Gautier (Francia, 1811 - 1872)

Vuelan como jugando las gaviotas;
y los blancos corceles de la mar,
encabritados sobre el oleaje,
sus despeinadas crines dan al aire.

Cae la tarde y una fina lluvia
apaga las hogueras de la noche;
a su paso el vapor escupe hollín
y abate su penacho largo y negro.

Más pálido que el cielo sin color,
me dirijo a la tierra del carbón,
donde reinan la niebla y el suicidio; (1)
—Hace un tiempo ideal para matarse.

Siento ahogarse mis ávidos deseos
en el abismo amargo que blanquea;
se arremolina el agua, danza el barco,
el viento cada vez se hace más fresco.

¡Está tan dolorida el alma mía!
El océano se hincha, suspirando,
y su desesperado pecho me parece
como un amigo fiel que me comprende¡

Penas de amor perdidas, adelante,
esperanzas truncadas, ilusiones
apeadas de alturas ideales,
 podéis saltar hasta los surcos húmedos!

¡Id al mar, sufrimientos del pasado
que volvéis nuevamente para hurgar
en vuestras cicatrices mal cerradas
intentando otra vez que lloren sangre!

Id al mar los fantasmas de mis sueños,
congojas de mortales palideces
en este corazón con siete espadas
como lleva la Madre dolorosa.

Cada fantasma se sumerge y lucha
durante unos momentos con el agua
que lo cubre al final de su voluta
y lo engulle lanzando un gran sollozo.

¡Oh, pesado equipaje, lastre de alma,
tesoros miserables y queridos
hundíos y después deeste naufragio
yo mismo os seguiré al fondo del mar!

Lívido, hinchado e irreconocible,
mecido por las olas que susurran
en la húmeda almohada de la arena
sé que voy a dormir bien esta noche.

...Pero hay una mujer que con su capa,
en el puente sentada y solitaria,
una mujer encantadora y joven,
de repente me mira desde lejos.

En su mirada, a mi desolación
la Simpatía de brazos abiertos
habla y sonríe, hermana o bien amante.
¡Qué ojos azules! ¡Agua verde, adiós!

Vuelan como jugando las gaviotas
y los blancos corceles de la mar,
encabritados sobre el oleaje,
sus despeinadas crines dan al viento.

(1) Inglaterra.  

-Theophile Gautier

31 may 2013

Sargento Marlboro - José Luis Domínguez (México, 1963)

James Blake Miller,

bravo muchacho de Kentucky,

perdido entre las calles devastadas, entre los escombros de Fallujah,

tomado a sangre y fuego centímetro a centímetro.



No sabías,

no imaginabas

que la serena frescura de tu rostro,

a pesar de la constante lluvia de metralla,

se habría de volver la más famosa,

la más codiciada,

en esa historia sórdida de la guerra tejida allá en Irak.



Te sentaba bien ese uniforme camuflado de arena y viento,

ese chaleco antibalas;

te sentaban bien, marine, tu casco y barbiquejo,

tu cigarro marlboro,

tus ojos cafés y tu mirada nostálgica,

perdida en el primer crepúsculo.



Las jóvenes mujeres en edad casadera

preguntaban por tu nombre al ver tu rostro en todos los periódicos,

y muchas madres confundían el rostro de sus hijos con el tuyo.

Todas querían tener en casa un James para su uso personal e íntimo,

Todas soñaron varias noches con un héroe de bolsillo made in Kentucky.

Pero la fama,

a qué dudarlo,

no es tan noble y gentil dama como todos suponen;

detrás de la estela que deja su paso, lleva arrastrando su propia factura.

La fama,

esa maldita perra,

esa maldita prostituta,

es una víbora siempre dispuesta a morderle el calcañar a uno.

Serían los tuyos, James, más de cinco segundos de gloria,

y Andy Warhol se revolvió en su tumba

al enterarse de pronto que habías roto las expectativas.



¿Creíste, James, que el infierno empezaba en Fallujah,

entre las fatigas constantes y dolores,

entre el fuego y el humo pertinaz,

entre los escombros y las casas de adobe que habían quedado

milagrosamente en pie

después de la refriega?

Convéncete, James Blake Miller,

Sargento Marlboro,

Marine del primer batallón del la compañía Charly,

que abrir las puertas de tu casa para enlistarte en la milicia

fue como abrir las puertas del infierno.



Sobreviviste, James,

es cierto,

pero no saliste del todo ileso, indemne…

¿Lo recuerdas, James?

¿Lo recuerdas bien?

Fue al enfocar tu mira telescópica,

bajo la presión de un fuego cruzado, aquella mañana sofocante,

cuando viste emerger de entre los restos de automotores destartalados

aquella cabeza de cabello oscuro y rizado,

y confundiéndolo con un enemigo,

con un rebelde sunita que defendía su tierra, su casa, su familia,

le volaste los sesos con tu rifle de asalto M-16.

¡Sólo tenía siete años, James,

y el cabello más hermoso, más negro y más rizado que cualquier niño en Fallujah,

y su piel era aún más tersa que los pétalos más finos de todas las estrellas del desierto

llamadas rosas de Jericó,

y se llamaba Hammet,

y tenía los dientes más blancos que las perlas del océano,

y era un niño listo,

un niño alegre,

e iba en segundo de la escuela elemental!



¡Pobre de ti, James!

¡Creíste que el infierno en Fallujah se quedaría en al-jumhuriya-al-iraquia,

o enterrado bajo los escombros de la estatua de Saddam Hussein!

¡Creíste que el infierno se quedaría allá,

en el otro continente,

con el mar de por medio!

¡Pero te equivocaste, James,

el infierno te lo has traído a casa, James,

y nunca, James, nunca,

podrás salir de él!

José Luis Domínguez

27 abr 2013

2 poemas - Leonard Cohen (Canadá, 1934)

Escuchando en todas las esquinas

A veces recuerdo
que he sido elegido
para perfeccionar a todos los hombres;
me lo recuerdan las luciérnagas,
el arroyo que pasa al lado de mi cabaña.
Si yo hubiera tenido que ser poeta
no podría hacer
los perfectos anillos de humo
por los que soy bien conocido;
me distraería
la posible belleza de mi pluma,
pero no lo soy;
me perdería,
me habría perdido con las mujeres
que tan implacablemente perseguí,
pero no lo hice,
yo estaba llamado a ser
la semilla de vuestra nueva sociedad,
yo estaba llamado a ser
el rey invisible y sin corte.
Yo soy eso:
el más claro ejemplo de realeza
que te sirve esta noche
mientras hace la cama para el perro
y las luciérnagas brillan
a sus distintas alturas.


No es tan difícil decir adiós. Cierto es, la mente sangra un poco, pero si no te haces la raya del pelo muy profunda nadie lo mencionará. Y, ciertamente, el ego se resiente como un diente ante el azúcar cuando acepta al fin una perfección extraña, pero aún así las despedidas se llevarán a cabo, y no desde tan lejos como uno podría creer. Sólo estamos aquí, trepando por la refulgente reflexión de la destartalada escalera que cedió bajo tus pies, nuestras botas atravesando sus peldaños con el sonido de una ametralladora. ¡Mira! eso que hay en la calavera es una sonrisa. El año pasado pensábamos que sólo los hipócritas le hacían eso a sus bocas.

Leonard Cohen

Colonia Guerrero - Vicente Quirarte (México, 1954)




A veces pienso que no vale la pena andar
cascariando la canica.
Gabriel Vargas, La Familia Burrón, 8 de agosto de 1976, p. 9.

La navaja o la botella,
el río de vómito que corre tras el puente,
la blasfemia que flota sin fuerzas en el aire
(volando con las alas pesadas del ángel
ya desterrado y resignado a su suerte);
el café con leche saboreado apenas
ante la perspectiva sucia de la mañana;
el amor triste y cansado en los hoteles,
y la risa del hombre
y la riza feroz del hombre solitario
que camina acompañado entre multitudes
y en cada chinga tu madre realiza
la comunión del hombre.
Gabriel, el ángel solitario,
ángel por la sonrisa y por el nombre,
la risa obscena y limpia
como una prostituta la noche que descubre
que los hilos de sus medias se han corrido.
La risa, culebrón invadiendo los palacios,
haciendo retumbar todos sus cimientos,
rodeando cuerpos lavados en tinas olorosas,
pulcras cabelleras donde vive la lavanda.
Y la risa, y la risa, y la risa
heroicamente idiota de los otros,
la risa estalla en vez del llanto,
la risa con la que algún día
habremos de asaltar las otras lindes,
allá donde la risa surja con el alba
y nos vea un payaso hambriento,
absurdo y cruel, muriéndose en la noche.

Vicente Quirarte

2 poemas - Yaxkin Melchy (México, 1985)

El hombre de arena 

Antes cuando yo no existía Miraba el universo Me sacaba la ropa La corbata que me puso mi madre La camisa húmeda Antes cuando yo no existía y el Universo era de mariposas Y los soles de gelatina y los fantasmas de los que vienen también estaban plegados en una semilla Antes cuando cada palabra estaba pegada en mi hombro y cada árbol estaba en cada palabra Cada árbol de lenguaje Antes cuando todo pasaba entre mi pene y mi boca Cuando la vía láctea aún era un punto cómico Y las cortinas de las auroras no se habían levantado Antes cuando era nuevo el espacio y recién cortado el tiempo Antes que dios cayera y aparecieran las montañas Cuando yo no existía Ni la palabra amor ni su reflejo de vampiro en el mar Cuando todo era una trampa y los gitanos corrían desnudos y se arrancaban los cabellos Cuando la célula era más grande que mi pensamiento Y mi cerebro giraba en un carrusel de dinamita Cuando yo no existía y habitaban los esqueletos sin mandíbulas y sin cabeza Y miraba arañas oscuras que iban tejiendo el cuerpo de esta red de pesca llamada espacio Yo no sabía mucho Casi nada Y los peces dorados me llevaban a la morgue Y entonces pensaba Aunque sea un niño desnudo el mundo me desatará la lengua y Escogía mi cuerpo Y me vestía de los animales y las plantas Alzaba mis brazos que aún no existían Alzaba mi poema entre las preguntas



 * 

niñ@s les voy a cantar un poema 

Hace falta locura en el mundo mexicano hacen falta banderas que salgan de los cuatro puntos cardinales que son notas sonoras Hace falta un teclado infinito para ponerse a brincar y romper toda la música porque la música ya estaba rota y hay que romperla más porque la vida ya estaba rota y hay que romperla más porque la familia ya estaba rota y hay que romperla más porque el lenguaje ya estaba roto y hay que romperlo más porque en lo roto está nuestra hoguera nuestra hermosa llamarada que es como una flor de fuego que crece en la basura porque ya no hay agua porque ya casi no hay estrellas porque han matado a todos los perros callejeros y ahora tenemos que llenar ese espacio con vagabundos porque los edificios ya se han hundido porque las escuelas ya están hundidas y las universidades no asoman nada ni una luz para el futuro porque es hora de atrapar con los corazones las palabras como si los corazones fueran atrapamoscas como si nosotros fuéramos plantas carnívoras devorándolo todo devorando todos los libros las canciones los grafittis y no pueden decirnos nada y pueden reprochárnoslo todo hemos sido cada vez más delincuenciales porque nos revolcamos haciendo el amor delincuencialmente porque nuestros pezones son flores porque tus pezones son flores porque la garganta es el sombrero de un mago porque solo había conejos en nuestro corazón porque la vida está cada vez más a la baja y la rutina se cotiza mejor en el mercado porque este ya no es un grito ni un chillido porque nos debemos quedar mudos escuchando este poema como si tuviéramos que llenar luego un cuestionario porque debemos o deberíamos en- tender de alguna manera qué hacemos aquí pero no sabemos ni por qué estamos aquí abriendo un hoyo a la bandera nacional haciendo un terrible escándalo con los minutos entregados en vez de estar recitando los más lindos poemas de amor porque esto es un poema de amor un poema del mayor amor posible que es el amor que se le tiene a lo que aún no se sueña que es el amor que se le tiene a tu niño del futuro el amor que se tiene a la poesía pero a una poesía de la vida un amor que no es a la patria ni al aula ni a un estilo de vida sino a los cuadernos ray- ados a los cuadernos dibujados y apuntados con nombres que luego no podemos borrar y teléfonos que ya no recordamos y pequeñas cartas que nos salvan otras veinticuatro horas porque fumamos y nos gusta porque nos emborrachamos y luego no nos gusta pero tampoco nos gusta cantar el himno nacional y preferimos litros de cervezas vaciándose en la fiesta y entonces entonamos cualquier nuevo himno nacional porque como dijo mario santiago no queremos que nos oculten como a un niño marica a vivir en un barril sin fondo barril sin fondo barril sin fondo repetimos repetimos hasta que se acabe la humanidad no entendí nada no entendimos nada sólo entendemos que cuando vengan los extraterrestres y encuentren esta casa hecha un enorme chiquero nos dirán qué de malo hemos hecho y quizá entonces estemos corriendo desnudos acariciándonos desnudos abotonándonos unos zapatos rotos y quizá estemos drogados demasiados drogados o hayamos visto demasiadas películas sin saber que esto también era una película o hayamos leído tan- tos cómics sin saber que esto también era un cómic anime con chicos y chicos besándose y chicas y chicas besándose y todos besándose y así irnos excitándonos para besar a los más lindos y a los más feos y así irnos provocando unas ganas inmensas de cantar en la oscura habitación con las estrellas apagadas con el universo apagado con la máquina de luces encendida porque si estuviera triste escucharía una y otra vez la misma canción una y otra vez la misma canción pero ya ni nos dejan hacer eso y seguimos tristes y en nuestra mente tenemos unas ganas demasiado hermosas demasiado radicales y demasiado desesperadas de cantar de cantar de cantar de cantar

Yaxkin Melchy

14 abr 2013

Tres poemas - Carla Striker (Venezuela, 1986)

Memorándum

El lunes,
el aparato gubernamental
y la burocracia ministerial
me chuparán la sangre.

Espero que la hoja membretada
del memorándum 713
me corte las venas.

Quisiera que me dieran, al menos,
una carta de despido
en forma de poema.






Para la noexistencia

Compongo un Himno Nacional
para la noexistencia
pero no es suficiente.

Redacto un epitafio por encargo
para la noexistencia
pero no es necesario.

Escribo una nota suicida
para la noexistencia
y se va complacida.


Credo

Creo en la poesía y en la antipoesía.

Creo en los Nadaístas y en los Dadaístas.

Creo en Neruda, en Gelman, en Benedetti.

Creo en la gata de Gioconda,
en el sapo de Girondo,
en los perros de Juan Calzadilla
y en los gusanos de Mario Meléndez.

Creo en los heterónimos, en los autónomos y en los antónimos.

Creo en la poesía como herramienta salvavidas.
Creo en la poesía como arma blanca.

Creo en la poesía que se subleva.
Creo en la poesía que se suicida.

Creo en la poesía bajo las piedras,
en la poesía que lanza piedras
y en la poesía piedra en el zapato.

Creo en la aliteración, en la repetición y en la redundancia.

Creo en la renovación poética,
en la palabra necesaria.

Creo en lo cotidiano,
creo en lo que otros no creen,
creo en lo que muchos dejaron de creer.

Creo en Carla Striker.

-Carla Striker

19 ene 2013

2 poemas - David Meza (México, 1990)



Yo nunca he visto las pirámides de Egipto. Mi vida rueda como un planeta hermoso por el césped. Mi padre trabajaba todo el día y ganaba poco. Los padres de mis amigos ganaban aun menos. Yo no he escrito un gran poema entre las calles de París. Los sueños son lo único que nos han dejado o, mejor dicho, lo único que no nos han podido robar. A mí no me ha inspirado el canto ningún río lejano y misterioso. Yo no he visto al mundo desde el Everest, pero lo he visto desde la poesía. Escribo a nombre de los que cruzaron el río del sueño para encontrarse con la muerte, de los que han dicho “danos hoy nuestro pan de cada día” y no han sido escuchados, de los que caminan con un par de zapatos por el mundo. Escribo a nombre de ellos, que tampoco han dormido con la muralla china en torno a sus cuerpos. Escribo a nombre de ellos, para los que el Coliseo sigue siendo una muestra de tristeza y tortura. Y ahora les digo que sus manos son más impresionantes que cualquier templo romano, que hay más belleza en una sola de sus lágrimas que en todos los canales de Venecia. A nombre de ellos he guardado un poco de mi vida, y de mi muerte, en este poema. Y a nombre de ellos también les digo: yo nunca he visto las pirámides de Egipto, pero junto a mí las hormigas han alzado un monumento hermoso.


Sobre las reencarnaciones de Rebeca

Mi vida. Mi vida no. Mi vida nunca. Mi vida nunca fue un pájaro sangrando estambre por las alas. Mi vida nunca llevó en el cráneo una corona de astillas. Mi vida nunca fue. Mi vida no fue ni será mañana una mariposa apresada en las trenzas de una chica. Mi vida no fue ni tampoco es hoy un viejo corazón de madera. Nací el 24 de junio de un año que se rehusó a ser éste. Mi padre estaba borracho de níquel y envuelto en aluminio. Mi madre me dio el nombre de Rebeca, y me talló los ojos con arena. Mi madre me dio el nombre de Rebeca, y me talló los ojos con arena. Tengo miedo. El miedo usa una corona de estrellas. Hace 3 días soñé que mi padre me golpeaba. Hace 2 días soñé que mi madre me cosía la boca. No me reconozco. Miro el espejo y encuentro a un ángel deshojando el mundo. Tengo el terrible deseo de gritar mi nombre. Tengo el abecedario tatuado en los tobillos. Nací el 24 de junio de mil novecientos violeta. Nací en una pradera de tuercas y filósofos llorando rocas y esquirlas y teorías astrogramaticales encima de una rosa. Mi vida nunca fue un pájaro con las entrañas llenas de estambre parado en la estructura ósea de una estrella. No tengo recuerdos de mi casa. Pienso que soy un caballo con la mandíbula rota. Pienso que soy una niña que lleva por grillete las estrellas del mundo. Pienso que he venido renaciendo los últimos 24 años, y que he transformado mi horario escolar en una placenta de pétalos. Pienso que mi vida es un pajarito con el corazón de estambre y una corona de huesos. Pero no es así. Mi vida no es un pájaro de estambre, ni violeta, ni rojo, ni verde, ni pluma, ni cieno, ni triste, ni roca, ni azulmente roca, ni estambremente roca. Mi vida es una nota al pie de mi obra. Y mi obra es un libro de geografía que se ha convertido en mariposa. Y mi mariposa lleva polen y ríos sobre las alas. Nací el 24 de junio de ningún año. Soy una mujer con 500 golondrinas dentro. No tengo recuerdos de mi pueblo. Me estoy soñando. No tengo recuerdos de mi infancia. Me estoy soñando. Mi vida nunca fue. He descubierto que la poesía es un cuadro que se pinta sin usar pinceles, una danza que se baila sin usar el cuerpo, un beso que se da sin usar los labios. He descubierto que la poesía es un juego en el cual está prohibido seguir las reglas; que es entender que tenemos el pecho lleno de musgo, de nieve, de agua, de tierra y de semillas que florecen como soles; que la poesía es una parvada de golondrinas despedazándote el cuerpo de adentro hacia fuera; que la poesía es platicar con las palomas en el techo de las catedrales. He descubierto, que quizá, incluso, la poesía es. Nací el 24 de junio de mil novecientos madera y tres. Mi madre se rompió los dientes en el parto. Fui arrojada a una cuna de paja. Tenía las uñas de los pies azules y enrolladas como pergamino. Mi padre estuvo orgulloso de mi sexo, hasta que descubrió que mi sexo era una constelación de girasoles. Esta mañana he decidido escribir, no poesía, no tratados, no alfileres, no escritorios, no mi vida o una novela, sólo escribir. Sólo tallarme los ojos con la pluma, para ver al mundo lleno de rayones, y una de mis lágrimas sea tinta.

 -David Meza

18 ene 2013

Fuck sessions - Francisco Enríquez Muñoz (México, 1975)

cinco letras
para mitigar el flagrante olor a cotidiano
una escalera
para ascender al rango de pequeña excepción
una llave
para olvidar que hemos traicionado nuestros sueños
una cama
para cortar las alas que tus padres te han colocado en la espalda
un condón
para disfrutar del máximo acto creador sin crear nada
la noche se adelanta
al cerrar las cortinas
la ropa cae a un ritmo acelerado
desenfrenado
logramos apresurar el tiempo hacia las pieles
tu boca agrava mi codicia
tus dedos aligeran mi pobreza
mi ingle se ha puesto de pie
es un homenaje a tu curvilínea belleza
creyendo que puedo tenerte
por lo menos
creyendo que hoy eres mía
me meto entre tus muslos babeantes
como en mi casa o en mi nido
y me bañas de tus más íntimos perfumes
no hay nada como sentirte haciendo las veces de cielo
y de tierra
no hay nada como tocar al infinito
clavado en tu cartilaginoso universo
tus piernas en mis hombros
y yo invisible por completo
yo completo por ti
frenético
busco
con el sudor de todo mi cuerpo
a la puta escandalosa
que habita en esa niña suspirosa
ya no ordenas
imploras
ruegas
que todo yo siga así
pero más rápido
más rápido
«¡sí

aaayy
sí!»
los dos somos tan semejantes
tan distintos
tan animales
penetrador y penetrada
emisor y receptora
dos almas humanas
tontas
jóvenes
mortales
que asumimos la naturaleza de dios
su capacidad de dar vida ejerciendo la voluntad para no hacerlo
a través de este performance de látex y de carne
somos tan prosaicos que alcanzamos lo sublime
precisándonos
repeliéndonos
arrancándonos gemidos
quejidos
voces de dolor
jubiloso dolor
porque ésta
es una alegría que duele
el sonido del vello contra el vello
el rumor insistente
y continuo
en el roce de la dureza con la blandura
tu cuello enrojecido
tus ojos cerrados
o entornados
tus labios brillantes
humedecidos por mi lengua
se te curvan un poquito hacia abajo
la estrecha rotación de tu cintura
el movimiento ondulante de tu cabello
lo liso de tus protuberancias
tu expresión concentrada
gozosa
mi piel
huele a tu miel
a tu sal
¡oh
bendita tarde de piel de mujer!
tus dedos se crispan
ora sobre las sábanas
ora en mi espalda
me muestras los dientes de arriba
la confabulación de tu rostro para unir el placer
y el espanto
en este momento en el que te ubicas tan cerca de mí
y sin embargo te hallas tan lejos
no puedo evitarlo
me vengo
estallo
me vierto
me derramo
me vacío
me vacías por completo
me exprimes
me ordeñas hasta la última gota
la vista se me llena de una luz blanca
que no me permite ver nada
casi río
casi lloro
y me salgo del origen del mundo
me dejo caer a un costado
tomados de la mano
nos quedamos tendidos
uno al lado del otro
inmóviles
mirándonos
sin nada que decir
ni que decirnos
a lo lejos
se escucha gritar a una ambulancia
cierras los ojos
y tu sonrisa se disipa rápidamente
como tantas cosas que deberían ser permanentes
las metas
los planes
las amistades
duermes
uno está solo junto a una bella durmiente
uno está solo
siempre

-Francisco Enríquez Muñoz

16 ene 2013

Segundo sueño - Bernardo Ortiz de Montellanos (México, 1899 - 1949)



A Raoul Fournier

-ARGUMENTO-
Una máscara de cloroformo, verde y olorosa a éter, cae sobre mi cuerpo angustiado, horizontal, sobre la mesa de operaciones erizada de signos como un barco empavesado. Sobre mi cabeza Saturno, con su anillo de espejos, lentamente voltea y se mueve. Batas blancas y enormes manos enguantadas de sangre me persiguen. Pasos de goma van y vienen en silencio como ratones.

Grito. Veo mis gritos que no se oyen, que no los oigo, que se alejan y se pierden. Última imagen mi boca. Minero de mí mismo estoy dentro de mi propio cuerpo. Angustia y soledad. Ejercicios de profundo sueño. El cuerpo vive. ¿Alma? ¿Cuerpo? Fuera de la conciencia, del subconsciente y la memoria, el profundo silencio y el “no sé”.

Y un retorno alegre, vital, a los sentidos que se beben la hirviente luz de la mañana y el aire fresco, impregnado de codicia, con toda la sed de la ventana.

Lo último que se pierde es el oído. Una voz nos lleva y una voz —la misma— nos trae desde muy lejos, desde otro túnel maternal, en ascenso del fantasma a la carne y del silencio al rumor.

(Apuntes después de la anestesia.)
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Au fond de l'inconnu pour trouver du nouveau
Charles Baudelaire
Del sonido a la piedra y de la voz al sueño
en la postura eterna del dormido
sobre mármol de cirios y cuchillos
ofensa a la raíz
del árbol de la sangre —concentrado—
mi cuerpo vivo, mío,
mi concha de armadillo
triángulo de color sentido y movimiento
contorno de mi mundo que me adhiere y me forma
    y me conduce
del sonido a la voz y de la voz al sueño.

Batas blancas y manos como encías
Pasos leves de goma de ratones
Luz hendida, amarilla, luz que hiere
bisturí del más hondo hueco de sombra oculta
Luz de paredes blancas, anémica, de mármol
Nidos del algodón para lo verde y negro
de la vida y la muerte.

Mármoles y aluminios
que no empaña el reflejo ni el aliento ni el alba
de unos ojos de niño
Luz de allá de la llama amarillenta
para el aire del éter más fino de los cielos
Nidos del algodón
para las alas de los peces del alcanfor y el yodo
líquidos mensajeros de la muerte.

¡Oh, Saturno,
escafandra de siglos en mi siglo,
descenderás conmigo entre los brazos
a un mundo de sigilos.
Y detrás de la muerte —centinelas—
ojos de dos en dos vivos, cautivos.

Soy el último testigo de mi cuerpo

Veo los rostros, la sábana, los cuchillos, las voces
y el calor de mi sangre que enrojece los bordes
y el olor de mi aliento tan alegre y tan mío!

Soy el último testigo de mi cuerpo

Siento que siento
lo frío del mármol
y lo verde
y lo negro
de mi pensamiento

Soy el último testigo de mi cuerpo

       Postigo de sangre y llamas
       Que bajo la piel respira
       Equilibrio de las palmas
       Que los vientos equilibra

       Onda de otra mar salina
       Con la tierra horizontada
       Para paloma perdida
       Y entre latidos hallada

       Vida que por mí vigila
       Oculta detrás del alma
       La que mi cuerpo equilibra
       Postigo de sangre y llamas
       Mi nombre mi edad mi cuerpo
       Ese que fui le he olvidado
       Soy el alma que me hice
       Y el cuerpo que me han quitado
       (minero de mis ojos y mi oído
       minero de mi cuerpo oscurecido
       buzo perdido entre sus propias redes
       horadando prisiones y montañas
       por el silencio a flor de mis entrañas
       en donde se evapora lo sentido
       entre lunas, calor, sangre y paredes
       desciendo verdinegro y aturdido)

Ni vivo ni muerto—sólo solo
El alma que me hice no la encuentro
Sin sentidos, despierto
Con mi sangre, dormido
Vivo y muerto
Perdido para mí
pero para los otros
hallado, junto, cerca, convivido,
con pulso, sangre, corazón, ardiendo…

Esqueleto de nieve y de silencio
de sombra recogida en su vislumbre
desnudo en el dintel de los desiertos,
forma distinta de belleza rara
que la voz de mi estatua
no pudo asir desde su estrecha plaza,
esparce su corona de equilibrios
en mi silencio enjuto y envidiable
más allá de la boca de los pinos
que al tiempo alternan su minuto de aire.

Para un Dios sin latidos —Dios de sueño—
abrevia, mi silencio en su silencio
donde crece la luna
donde agoniza el pájaro
donde el espacio ignora su pie leve.

Para que el árbol goce de su verde
La raíz hace oculta y amarilla
Y de savia la sangre se acuchilla
Y de aroma la fruta su piel muerde

    Para que el árbol goce de su verde.

Para que el hombre nutra su ceniza
Guarda calor en la inválida mano
Sollozo mutilado en la sonrisa
Y la caricia verde del gusano

    Para que el hombre nutra su ceniza.

Para que el alma su cordaje mida
Desistida del cuerpo y de la fecha
Impersonal como la muerte acecha
La memoria dispersa de su vida

    Para que el alma su cordaje mida

Para que el sueño con sus pies descubra
La morada precisa de la muerte
Tiene el ojo conciencia de lo inerte
Y la voz; el silencio y la penumbra

Para que el sueño con sus pies descubra
La morada precisa de la muerte.

El que goza su cuerpo y su sonrisa
El que pesa la rosa
El que se baña en púrpuras de sangre
Espesa como mármol sin caricia
El que vive a la sombra deshojada
Del aire poco que respira y mancha
El verde por la orina verdenado
El plateado en ceniza
Que horada
Olvida
Hiere
Mientras goza el rescoldo de la muerte
El que de la mujer nada recibe

       Y al hombre no da nada
       El que asoma a los ojos sin cruzarlos
       El partido por dos y en dos mitades
       Iguales repartido
       El sin olor
       El Hombre
       Sólo por la palabra redimido.

       alúcida    veloz    clara    ceñuda
       desnuda    sofocada   misteriosa
       menuda     pura     impura   deseada
       libre     precisa    frágil    despojada
       sola    solemne    solitaria    y   alma

       alúcida    veloz    cálida    oscura
       orgullosa    dolida    apasionada
       ávida    tímida    arrojada    sobria
       sensible    fina    libre    leve    dueña
       multiforme    constante    sangre    sangra

Debe ser débil rama la que a tu voz responde,
impreciso el dominio del fantasma
y la muerte,
llano el césped de lirios y delirios
por donde corra libre lamento el de la mente
Debe ser fango el frío de las horas después
cuando se apague el fuego de la sangre
y el postigo y la llama,
horrendo el cataclismo de la separación de lo que unido
fue vida y fue veneno,
para que desde el mármol olvido de mi cuerpo
tu voz de viento y sombra
de medida medida
de calores delgados
me atraiga y me deslice y me conduzca
otra vez al torrente de la vida

Debe ser débil rama mi voluntad,
humo la sensitiva de mi mano
y mi presencia aislada y amarilla
cuando tu voz Ariadna, voz de viento y de sombra
caracol de palabras,
es mi último recuerdo y mi primer llamada
apenas balbuceo
en forma de palabra
que de nuevo me arranca a las entrañas
y me nace del sueño.

Luz que del sueño torna—forma clara,
luz, presencia, color y movimiento,
sin peso y sin pesar, desenlutada
que a las cosas devuelve su aislamiento

Luz que del sueño vuelve—forma viva,
insistente mirar de la mirada
absorta, nueva, día,
y por primera vez iluminada

Aire corredor
Forma desnuda
en su volumen fresco
y en su modo de ser casi de fruta

Aire que muerdo a gritos y cuchillos
por la primera vez
como un ahogado
que a la orilla del aire
sabe que respirar es verbo, gracia y pájaro.

Diluido en alegría
encuentro justo el mundo que se toca
se mira y me compara,
el multiforme y único
el mundo de mis piernas y mis brazos
discípulos del ojo
maestro de distancias,
el mundo colmenero de voluntad y llamas,
calles, ciudades, hombres, amenazas,
imágenes, prisiones, ríos, ventanas,
triángulo de colores que me devuelve el alma.

Voz que del sueño vuelve,
adonde la caricia no penetra
desciende, alegra, el aire, el sol, la sangre…
                                                         y me despierta.

 -Bernardo Ortiz de Montellanos