dentro de una esfera de sal
prométeme saltar te dije
antes que las venas zarparan hacia este mar rojo
prométeme encontrar
las ajorcas del ocaso te dije
tratando de borrar el password de mi sangre
ataviada para otras ausencias
prométeme el enjambre de tus sollozos
la vena muda en el filo navajo
de la madrugada
nos estamos
inventando el grito o su fuego
merecemos llorar escolopendras
sabias y sintéticas
somos nieve o espuma grité
(el estallido es igual)
la fulguración
nos dirá la palabra final
la lluvia es bebible dije
abriendo tu alarido
como una vela ante el mar de los sargazos
o la entrada al ojo del infierno
contando las gotas de tu delirio
el día es un potlach de hojarascas lujuriosas
el día y su celofán
desgastan tu pestañeo
y el frío estalagmito desciende
a los cristales perplejos de tu ombligo
para aprender a qué suena
eso que duele
porque allí
soy el sueño del mezcal
y la piel de la ayahuasca
a la vera de ese último amuleto
quisiera el himen de tu risa
arrojado a la jauría del último fuego en la arena
esa herida restallante desarmando la lluvia
mirarnos las manos y sollozar en la cabina translúcida
de la ciudad sitiada por una legión de tukús
sin que podamos tocarnos ya
como violines locos o espadas sin dueño.
Edgar Pou
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