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26 oct 2012

Y me cuentas... - Diego Gutiérrez (México, 1992)

Y me cuentas de los besos que te das con el Sol. ¿Qué mentira quiero seguir jugando? Al revés y enfrente la realidad me dice: Orfeo, canta por otra rosa, ésta ya no te quiere; al revés y enfrente escucho la pasión que tiene con el Sol mi querida Luna. ¿Qué demonios quiero seguir jugando? si al derecho y al revés me dice la modesta paciencia: Orfeo, llénate de lujos y combate la melancolía con tu música. ¿En qué momento? quizá en ninguno, quizá en todos, quizá, sólo quizá, en el momento que tú ya no me ames. Así me cuentes los besos que te des con el Sol, me importará ñufla y aunque busque verte como la perrita de Marte, prefiero verte como la divinidad de mi historia. Si mato la melancolía pensando en ti, la música me matará de melancolía pensándote. Me ahorco en tus pupilas porque te quiero y en la desesperada noche de una constelación que guarda mil deseos, el mío es simple: tenerte conmigo, pero los besos de mi infancia recorren tu abdomen como si fueran los de una mosca, y no te fijas en ellos, y vas con el Sol a revolcarte con pasión. ¡Ay, mi lunita querida!, ¡ay, mi bella amada!, ¡ay, mi torpe cegués hacia ti!, ¡ay, luna prometedora!, quédate conmigo. Ésos son mis deseos de una noche melancólica, donde lo único que queda es perder la conciencia y decirte que te quiero, y que ya no tengo la paciencia para ver cómo procreas con Sol y dejas a Venus afuera de tus palpitaciones. Luna, qué pasará cuando no me veas más en las noches, si en el día con los rayos del Sol te tapo y recuerdo que yo me beso con tu Sol y con tus pendejadas. Estúpida ballena gigante, redonda y blanca, tenue como sutil, arrogante por naturaleza. Te reconocería donde fuese, pero hoy te olvido para que algún día me beses como lo haces con el Sol, mi putita Luna; para que llegue a ser tan tramposo y mentiroso, que llegue a ser puto de profesión y Luna, mi querida Luna.

Diego Gutiérrez

24 oct 2012

Aliteral poema elástico para linotipistas - Tomás DiBella ( México, 1954)

Sentémonos frente a las brasas, compa,
y tómate otra cerveza;
hay que callar lo que la noche hace con sus estrellas
este sol ha chamuscado las ideas de la sombra
nos lleva adormilados frente a la frontera del día,
he hecho trizas nuestros alimentos: huevos, espíritu, tortillas, poca cosa.

Escucha cómo dicen por la radio
que te vayas y te mueras solo
mientras se hace cola por trozos de la nada
y amaneces con la punta de una bomba en la garganta:
jugo matutino en que estallan tus ojos en todos los países.

Andamos descalzos sobre picudas piedras (ama y calla; oh, dolor)
con esta mudez tan llena de palabras,
con ganas de patear asilos de silencio.

El río corre -inmundo el cabrón-, viene del norte:
pobre de tu alma,
ropas colgadas y amorosas presencias en dientes de la muerte,
calaca que te toca, carne que hace fila, trenes sin amor,
reportes en el diario, en la mañana de la patada
en medio de una guerra
que a todos nos retuerce el hígado, las tripas,
y el triste corazón.

Échale leña, compa, que se nos apaga,
se nos va como pendejos la historia de mi abuela,
la de las carabinas, naranjas, leche y pólvora
tejida por hermanas, madres, hijas amorosas
en lo oscuro de este siglo que agoniza y acongoja.

Entonces el recuerdo,
de las manos de mi abuelo apretando el hambre en trenes de la leva,
sacando pan, ladrillos, hijos y estallidos de amor de un solo horno
rojo, colérico, sanguíneo,
sin ayes de cobardía o pizca de congoja.
gritando de locura
¡libertad, ponte a bailar desnuda esta noche,
acércame tus nalgas, que las quiero coger!

Ábrete de piernas, memoria; atízale al fogón, mi compadrito,
la selva se la tragan los voraces
que incansables
rompen la tenue piel que cubre el sueño de tus hijos,
nuestros hijos, herederos de las chanclas viejas,
únicos dueños eternos de la plata de la kodak,
de la pulpa del papel del billete verde,
de la planta de hule de la llanta que rechina idiota,
esos nuestros hijos, únicos dueños de lo verde que nos roban,
del barro que saquean, del café que se aglutinan
del tabaco que se chupan,
del maíz que nos robaron.

Ábreme los ojos, memoria; ponle tinta, compadrito, que se pierde;
enjúgate la sal de esa mirada que lenta corre bajo tus pupilas,
que no te acojone el desconcierto
está aquí, a la vuelta de la esquina ese holocáustico desmadre
aunque el sol reparta aún sus trapos amarillos
sobre las azoteas de esta parte tan jodida del mundo.

Pero me gana la nostalgia
¿quiénes son estos hijos de puta?,
¿quiénes son los que se chupan la sangre de mi gente?,
¿quiénes nos quitan este poema eterno de amor?

Desarruga esa piel, compita,
hoy yo hablo de esta metáfora de piedras lanzadas al vacío
mientras estas aves negras graznan impúdicas nuestra muerte.

Oh, queridos rostros hechos barro, yo quisiera y no puedo traerlos a mi mesa
y que hablen solitarios del camino al ventarrón,
del olor a cuero viejo del taller del enemigo,
de los juegos de pelota sin acróbatas ni cuentas,
de las luchas con gandules en horarios de agonía.

Yo quisiera, pero es la conciencia,
redonda, vieja y desguanzada,
la que carga la fruta que nos alimenta
y pone en claro, concreta y amorosa
la punzante bala que llega rápida al vientre del trabajador,
al que cae sin remedio en eternas alegatas,
barriendo sin descanso lo roto del edén mortificado.

Hoy leo en la tarde de vencidos,
con las ácidas lluvias y un sol enmarcado de misiles,
como una paradoja llevo
los pantalones desgarrados de mi abuelo, árbol solo,
y la mano deshecha con las plantas trituradas
por siglos de empuñar los instrumentos,
de acariciar los surcos regados de sudor, la neta,
para hacer germinar generaciones
que ahora caen enteras.

La historia ya no es nada,
es una eterna noche en desvelo, un cuerpo sin césped,
una sequía de ideas,
una voz que desaparece entre el polvo del camino,
palabras que palpitan poco tiempo y luego mueren;
son manos hundidas en tierra requemada,
es cabello que deforme abre puerta a la locura,
alimento que rechaza un estómago perdido.

Entonces llegará otro tiempo, el del
hombre sin ataduras, sin límites ni glotonería,
el del hombre asidero del intento, el de antes
del agandalle y arrebate y ojetería,
el que compartía, el hombre del día;
hoy es de noche.

Tomás DiBella

16 oct 2012

Responsorio: Eva en el paraíso - Mónica González Velázquez (México, 1973)

Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. 
Disfruto la brisa que me conceden y el alma que me han dado para disfrutarla, 
y no me interrogo más ni busco. 
Bernardo Soares
Hoy desperté con una tibia sensación de tristeza. Todo cuanto busqué en la tierra, se ha instalado en este cuerpo. La belleza es algo que desconozco.

Cae la noche, avanzo cual bestia caprichosa que no entiende de utopías, ni de consuelo en el sosiego de este paraíso que habito.

Puedo ser la manzana que se asfixie en su propio regocijo, la serpiente que se meza en los labios de la luna, pero soy la rencarnación de Lillith.

El bullicio de las aves no me clarifica el pensamiento, el agua de los ríos no me conforta, el verde de los valles no me parece sublime ¿Qué es esto que guardo en las entrañas?

Miro la perfección de los miembros que me forman, uno el conjunto y camino en círculos, miro la sombra que reflejo: sé que soy perfecta como la que buscó refugio en el Mar Rojo; con el índice compruebo la resistencia de mi arcilla, la sensación que no digiere la entraña.

Antes de ser expulsada del paraíso terrenal, debo pedirte que dibujes tus labios en mi espalda y que al hacerlo, dejes el espacio justo para la envergadura de mis alas, porque no voy a permanecer en este reino al amanecer.

Este cuerpo que me alberga es geografía desconocida para los instintos que recorren la desnudez que me avergüenza.

Nuevas formas estallan en la cúpula azul que me rodea, pueden ser las señales del destino que me aguarda.

Comí, bebí, bailé y amé todo lo que me rodeaba, cien mil soles representan mi existencia y ahora muero junto con los ríos que me vieron nacer.

El agua que reflejó mi rostro, tal vez encuentre consuelo en el canto del cisne, el croar de la rana, el zumbido de la cigarra.

Uno las puntas del cielo estrellado, fósforos incandescentes iluminan la impronta de mi sombra en los caminos.

Golondrina de alas rotas, no vuela pero danza la canción desconocida del colibrí.

Dejo a todas las bestias que habitaron mi paraíso, las palabras que ya no pronunciará mi boca:

El hombre asciende las ruinas de su cuerpo cuando la piedra es un cometa iracundo. Los milagros podrán suceder si las ventiscas no se llevan las arenas hacia el Sur; a las grutas escarpadas donde la piedra es pan y el agua vino, donde las manos se agrietan, donde el tiempo transcurre en el cuchicheo de los ancianos.
Las piedras gritan los nombres de los que ya se han ido, de los que rastrean las sombras de cuerpos ajenos, de los que no descienden.

Algún infortunio les habla, algo queda por hacer, aquí la palabra versa y versa; allá el silencio duerme el quebranto. Algo queda por decir.

Ahora me voy al destierro, con la osadía de un perro en celo y el olor de tu sexo entre los dedos.

Mónica González Velázquez

13 oct 2012

De Guardia - Sergio Osorio (México, 1981)

Zumban alas que se posan en tus brazos
y mezclan otra sangre con tu sangre enferma.

Cantan los grillos de esta casa
y me alegro que la habiten
para no escuchar los lamentos de tu infierno.

El reloj truena en punto de las tres.

En la televisión
una chica ruega que le llame,
mostrando un fajo de billetes;
unos brasileños venden a Dios
como venden sus bosques;
un hombre besa sus bíceps
y se burla de cuando era un infeliz…

Los grillos callan,
se refugian en las grietas;
escucho un estruendo de pisadas:
es la muerte otra vez,
corriendo sobre el techo.

Sergio Osorio

30 sept 2012

Meditación XVII - John Donne (Inglaterra, 1572 - 1631)

¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

John Donne

29 sept 2012

A las diez de la mañana - Yeni Rueda López (México, 1990)

¿Habrá especies entre los árboles?
No pienso en las dictadas por la biología
o cualquier otra ciencia del hombre
sino en esa
que es pura de la naturaleza
Si nosotros fuéramos árboles
¿seríamos distintos por ser tú del sur y yo del centro?
¿Por ser yo de cerro y tú de bosque?
¿por ser yo una madera más tierna y tú una más fortalecida?
¿seremos tronco o ramas?
quizás yo sea sólo rama, y tú sólo tronco
quizás yo sea sólo hoja, y tú rama
quizás yo sea árbol, y tú raíz
o quizás, no seamos nada
ni tú, ni yo, ni los árboles.
Quizás, sólo seamos esporas de musgo.....

De mi ombligo salen ramas azules
que huelen
a lluvia
de líquen
de un lugar
que no conozco

Se extienden en mi cuarto
tocan la silla
la mesa
los libros
la ventana sin cristales

Salen de mi habitación y se extienden por toda la casa
acarician a mis gatos
tocan más sillas
más mesas
otras ventanas
con vidrios empañados.

Salen de mi casa
se mueven entre carreteras
ciudades
avenidas
y no sé cómo
ni por la voluntad de quién
llegan a tu puerta

Tímidas
tocan a tu perro
tus sillas
tus mesas
tus libros
tus ventanas
/con vidrios llenos de musgo/
tus ojos
tus manos
tus manos
tus manos

y luego se retraen
huyen
regresan a mi ombligo
trayendo consigo
el aroma de tu voz.

¿Seremos madera de distinta especie?
No lo sé
no lo creo

Nuestras ramas se extendieron
en el quinto mes
Nuestro hogar
es la soledad
Nuestro escape
está compuesto de letras
Nuestros árboles-padres
son nuestro dolor
Nuestro corazón
pertenece a un roble
Nuestras manos
se mueven por los mismos propósitos
Nuestra alma
nadie la conoce en realidad.

Las ramas azules me cuentan que te vieron llorar
con un tigre entre tus manos
Y al escucharlas, quise poder beber tus lágrimas
el tigre ronroneaba en tus piernas
Tuve en ese momento la certeza de que lo único tuyo que tengo es el silencio...
el tigre lamía tus pies, y tú le sonreías, aliviado..... 

Yeni Rueda

23 sept 2012

Recorremos el museo de mi recámara - Xel-Ha López (México, 1991)

Recorremos el museo de mi recámara,
polvo ocupa las orillas
altivo, soberbio
me hablas de Bacon, de Hamilton,
de tus sueños llenos de onomatopeyas.
Yo pienso en tu espina dorsal
masmédula acomodada como rieles
de mis ojos
tren lento
(mi lengua, mis labios, mis dedos).

¿Qué imágenes faltaron
y cuántas fueron devoradas,
por cuántos ojos?

La última película que veré contigo
¿la recuerdas?
...la escena del retrete por donde escapan acuáticas las cartas
...la mano que se desliza como lija por el barandal de la escalera

No amanece
(la ventana es demasiado grande para no notarlo)
estás sentado
no te has ido
pero
ya no hablas y de repente parece que dormimos
uno tan lejos del otro

¿habrá que fingir silencio?

...porque éste es tan sincero
que nos mata.

Xel-Ha López 

29 ago 2012

2 poemas - Tomás de Iriarte (España, 1750 - 1791)

Extensión y fama del oficio de Puta

No te quejes, ¡oh, Nise!, de tu estado
aunque te llamen puta a boca llena,
que puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

Dido fue puta de un audaz soldado
y Cleopatra a ser puta se condena
y el nombre de Lucrecia, que resuena,
no es tan honesto como se ha pensado;

esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los virotes centinela,
entre más de dos mil murió orgullosa;

y, pues todas lo dan tan sin cautela,
haz tú lo mismo, Nise vergonzosa;
que aquesto de honra y virgo es bagatela.


Respuesta de Don Tomás de Iriarte a una dama que le preguntó qué era lo mejor que hallaba en su cuerpo

Con licencia, señora, de ese pelo
que en rubias ondas llega a la cintura,
y de esos ojos cuya travesura
ardor infunde al pecho más de hielo;

con licencia del talle, que es modelo
propuesto por Cupido a la hermosura,
y de esa grata voz cuya dulzura
de un alma enamorada es el consuelo,

juro que nada en tu persona he visto
como el culo que tienes, soberano,
grande, redondo, grueso, limpio, listo;

culo fresco, suavísimo, lozano;
culo, en fin, que nació, ¡fuego de Cristo!,
para el mismo Pontífice romano.

Tomás de Iriarte

8 ago 2012

La canción del macizo - Ramón Méndez Estrada (México, 1954)

La mota sigue subiendo de precio.
No se alarme:
Están a punto de resolverle a Emiliano
un problemilla de tierra.
                                               R.M.
                                                                                        ¡Tierra para sembrarla
y libertad para fumarla! 
Consigna Popular
*
En el colmo de la ericez
espulgo por quinta vez
                                         mi caja de cocos:
sale un flautín, una calilla, un corcholatazo carcelero.
En tanto, repaso de memoria
las pintas que aparecen en los muros de la ciudad:
                        ¡ARRIBA LA MOTA, CULEROS!
                        ¡A’I LES VA LA VER... DE!
                        ¡LA MARIGUANA VOTA!
                                   
                                           Movimiento de Macizos de México
                 Y:
                        ¡ESTOY EN CONTRA DE LA ERICEZ!
                                   La Cucaracha
Y lo prendo mi clavecín, toco mi toque.
Sube al cielo delicado humo azul
y mis pensamientos se elevan por la paz,
se sublevan contra la represión
y el general estado de violencia.
Y me pregunto, la mera neta me pregunto
cuándo, hasta cuándo, en una noche joven de la ciudad,
podré abordar a una linda muchacha por la calle
para decirle, con toda naturalidad:
Disculpe, ¿podría indicarme dónde encuentro
un expendio de mariguana abierto a estas horas, por favor?
¿Hasta cuándo?
* *
Mañana conectaré un cartón, dos cartones, un bonche
de la peligrosa sin sema, de la que hizo peerse al Diablo.
Con mi toque caminaré por la ciudad,
la rolaré, bacha encendida.
Y si me atizo con un cuate,
la limpiaremos bien
para que no digan que nos las estamos tronando.
Y haremos un clavo choncho
para ponernos como güevos de perro,
hasta atrás, bien pachecos.
Cuando le demos fuego, ofreceré:
“Por los que están en cana,
porque yo sé lo que es estarse chingando”.
Y si me apañan, por mí hablaré:
“Yo la siembro, señor, en la tierra
que a mis jefes les tocó en el reparto agrario,
la de mis uñas:
le rasco el casco a la Sedena, y algo se queda.
Algo cara, eso sí. Y mi salario, algo más que mermado,
mi sueldo miserable roído por el crítico diente de la crisis,
no me alcanza para comprar siquiera la que necesito
para caminar de aquí hasta mi trabajo...”
Y a cada macanazo en mi cabeza retumbará
aquel rock que dice:
  No quiero ser La Cucaracha...
* * *
Mañana la rolaré por la ciudad
como si nada,
plegadas mis alas disimuladamente
bajo el chaleco, bajo las alas de mi sombrero
prendido al aire, macizo
que anda por allí, que por allí vuela, que la rola
al tiro de la tira, el pico a cielo abierto y la garra en el clavo
pese a los feos, los pitufos y los estuches, óvidos todos,
que no pueden con el camello a veces hecho cucaracha
por la falta de un simple toque.
* * * *
Acaudalado de la metáfora, jeque de la imagen,
potentado de la imaginación,
soy Grifo Rey, y reto:
Mi reino por una bacha,
y a mi vacha no la cambio
ni por un buen guato de buenas colas.

Ramón Méndez Estrada

1 ago 2012

Los heraldos negros - César Vallejo (Perú, 1892 - 1938)

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!

César Vallejo